“Sólo se debe dejar de callar cuando se tiene algo que decir más valioso que el silencio” dijo el abate francés A. T. Dinouart en el siglo XVIII en su ensayo “El arte de callar”. Prestamos muy poca atención al silencio, incluso, huimos de él. Ahora la tecnología nos lo pone fácil: iPods con los que vamos continuamente conectados a la música o móviles con los que prestamos más atención al que está al otro lado de la línea que al que tenemos enfrente. Sin embargo, el silencio es extremadamente importante.
Me gusta mucho el artículo que publicó mi amigo Ángel Gayán hace unos meses al hilo de la película El Gran Silencio, y en donde reflexiona sobra la importancia de callar. Menciona que el silencio es útil por tres aspectos: El primero, como reflexión, es decir, como posibilidad para estar con uno mismo. Recoge la cita de José Saramago quien dice que “cada persona es su silencio” y creo que es precisamente el motivo por el que nos cuesta tanto estar callados. Puede que lo asociemos a una soledad no deseada, porque a veces necesitamos demasiado ruido para olvidarnos de nosotros mismos o porque buscamos ser centro de atención en exceso (cada uno tendrá su razón). El segundo motivo que recoge Ángel es como medio para expresar emociones. Existe una máxima universal: “No podemos dejar de comunicar”, aunque sea sin mediar palabra. Nuestras neuronas espejo, las que buscan información del otro, trabajan continuamente e indagan de las palabras o en los silencios del otro para entender la realidad que nos rodea. Y el tercer motivo, es como instrumento de negociación. Hablamos mucho y callamos poco. Pero qué poder tiene quien sabe callar a tiempo y mirar fijamente a los ojos del otro. He observado muchas veces en dinámicas de equipo que las personas que son líderes reconocidos por los otros saben quedarse en un segundo plano cuando les corresponde y saben permanecer en silencio para brindar el protagonismo a un tercero. Es un arte, no cabe duda, pero también puede trabajarse. En definitiva, es recomendable muchas veces seguir el consejo de Groucho Marx : “Es mejor seguir en silencio y que crean que eres tonto, que abrir la boca y eliminar toda duda”.
Hola Pilar,
Estoy de acuerdo en que el silencio es muy necesario para poder indagar en nosotros mismos y escucharnos. También para aclarar nuestras ideas, dudas, etc…, no obstante, en algunas ocasiones necesitamos que la otra persona nos ofrezca información para saber por donde actuar y en base a que debemos respetar ese silencio, callan y no nos la proporcionan.Luego si no acertamos nos lo reprochan a veces de forma sutil. Yo pienso que negar a ofrecer palabras cuando nos las piden, aunque puede que sea un derecho, puede ser dañino para la otra persona y en estos casos habría que reconsiderar la comodidad del silencio y ser un poco más empático.
Un fuerte abrazo
no sé si conocéis EL RINCON DEL SILENCIO, que abrió al público Peter Yang en BCN hace ya algunas décadas.
Un lugar para respirar, para meditar y para practicar tai-chi.
Os lo recomiendo.