Esta es la imagen de la nueva policía belga. Hace once años Mwadi Kambanga montó una patrulla que colabora con la policía de Bruselas para tratar con los pandilleros africanos. Utilizan métodos distintos. No llevan armas, ni responden con violencia. Son madres africanas que cuando se encuentran con un malhechor le increpan por su actitud y le preguntan: «¿No te da vergüenza de la imagen que estás dando de nuestro país?». Y parece que tiene efecto. Tanto es así que están siendo modelo para otras policías como el FBI, la canadiense o la sueca. Y el ejemplo de estas mujeres demuestra la gran diferencia entre autoridad y poder.
El poder es la capacidad para hacer cosas y es más amplio que la autoridad. Los policías tienen poder, al igual que los jefes, los sindicatos o cualquier otra persona que tenga un cargo de responsabilidad. Sin embargo, tener poder no significa disponer de autoridad. La autoridad hay que ganarla. Mientras que el poder se obtiene de la jerarquía, la autoridad se obtiene por los seguidores o por las personas a las que influyen libremente, como sucede con las madres africanas. Ellas les hablan en su mismo idioma, apelan a su orgullo africano y ejercen una autoridad que la policía nunca podría lograr.
En las empresas y familias ocurre lo mismo. Hay luchas de poder, cuando lo realmente importante es la autoridad. Lo difícil de ser jefe o padre es que los colaboradores o hijos te reconozcan como autoridad. Y eso se logra con métodos bien distintos, más basados en la confianza, la complicidad y el respeto como se demuestra con las mujeres africanas.