Estamos en plena crisis del liderazgo, al menos es la opinión del 86 por ciento de los expertos del World Economic Forum, más conocido como el Foro Davos. Con este dato comenzábamos el primer Foro Davos que se ha celebrado en Madrid, organizado porGlobal Shapers y APD, y en el que tuve la suerte de moderar la mesa de Liderazgo. En mi opinión, el liderazgo y la felicidad están relacionados. Cuando se percibe que un país, una empresa o una familia no tienen una visión clara de cómo afrontar el futuro o de cómo superar las dificultades, se cae en un incómodo desconcierto o incluso, desesperanza, que llega a minar nuestra felicidad.
Los líderes mueven muros, hacen que cada uno de nosotros creamos en nosotros mismos. Sin embargo, parece que el liderazgo como se ha entendido hasta la fecha (o como se ha ejercido) está en crisis. Ya no nos valen los modelos tradicionales orientados a resultados. La sociedad está demandando otros estilos de influir en las personas. No hace falta más que echar un vistazo a los datos para comprobarlo. Solo el 12% de los españoles confían en los empresarios, según la encuesta Win-Gallup. Ya no hablo de banqueros o políticos, que sacan un 0,2 sobre 10. Pero estos datos no son solo en España. Los expertos del Foro Davos suspenden a todas las organizaciones (religiosas, empresariales, políticas…) en el nivel de confianza que generan en la sociedad. Las únicas que aprueban son las de sin ánimo de lucro y por muy poco… Así pues, parece que necesitamos otros modelos. Y sobre ello es sobre lo que se reflexionó en el I Foro Davos en Madrid.
Una matización previa: El contexto habrá cambiado, pero no lo fundamental. Liderar es aunar voluntades, tocar corazones y reducir el miedo a través de la ilusión y la confianza, como dijeron Paco Román, presidente de Vodafone y Mario Alonso Puig, escritor y conferenciante. Y esto es independiente de si estamos hablando de un país, una familia o una junta de vecinos. La transformación requiere regresar a un liderazgo más humanista, que se apoye en los valores, en la ética y en la confianza, como apuntó Rodrigo Martín, presidente de Randstad. Y los valores no es algo que se cuelgue en un poster, sino que se ha de vivir en cada instante. Los valores van de emociones, dijo Asun Soriano, directora general de Inforpress. Y no olvidemos que a muchas empresas se les llena la boca diciendo que el talento es lo más importante y, sin embargo, pueden mantener jefes en sus líneas que alcancen objetivos pero que machaquen a sus equipos. Así es difícil ser coherente. O que digamos que necesitamos diversidad y que nos molesten tanto las personas que son diferentes a nosotros. El nuevo modelo de liderazgo ha de ser inclusivo, como sugirió Krista Walochik, presidenta de Talengo, y no solo de género, sino de culturas o de modos de pensar. Y no olvidemos que gracias a la tecnología, que conecta millones de personas y donde la información vuela a la velocidad de la luz, existe más transparencia que nunca. El líder no puede jugársela y ser incoherente. Y esto afecta tanto a los grandes líderes, como a todos aquellos que de un modo u otro influyen en las personas.
Y por último, otro tema que se abordó fue la autonomía. Si les estamos diciendo a los colaboradores todo el tiempo lo que tienen que hacer sin facilitar que ellos mismos arriesguen o, incluso, se equivoquen, ¿cómo querremos ilusionarlos? Las organizaciones han de saber simplificar sus procesos, para que se respire libertad y no burocracia. Los líderes han de aportar soluciones sencillas y no introducir más complejidad, sugirió Rosa García, presidenta de Siemens.
En definitiva, el liderazgo necesita transformarse. La sociedad lo está demandando a gritos, como se desprende de las encuestas, y por lo que se comentó en el Foro Davos en Madrid, el cambio ha de apoyarse en el regreso a los valores, a la diversidad, a sistemas de comunicación claros, a estructuras sencillas… y todo ello, sin olvidar los resultados, por supuesto. Porque sin resultados sostenibles no existe liderazgo, sino fuegos artificiales.
Pero el cambio no es solo responsabilidad de los líderes sino también de los colaboradores. No podemos pedir libertad y luego escurrir el bulto. Necesitamos también asumir la responsabilidad, no esperar continuamente a que nos estén diciendo lo que tenemos que hacer. El liderazgo no es una cuestión de unos cuantos elegidos. Liderar lo podemos hacer cada uno de nosotros, en nuestra vida, en nuestro entorno. Y todas las reflexiones anteriores nos sirven para aplicarlas en nosotros mismos, independientemente de nuestra edad o de nuestro trabajo.
Imágenes: Licencia Creative Commons, G CACAKIAN y José Castillo