Ayer desayuné con el comité de dirección de MRW, compañía de mensajería urgente. El desayuno es un ritual en la empresa (y al que me invitaron porque tengo el gusto de realizar el prólogo a su libro de 30 años de vida de la empresa). Diariamente, de 9 a 10h todo el equipo directivo, en torno a dieciocho personas y encabezado por su presidente y cofundador, Francisco Martín Frías, se reúnen para discutir los problemas de la empresa, compartir inquietudes, hablar de incidencias y por supuesto de sus éxitos. Es una práctica que lleva años y que les ayuda a actuar como equipo.
En muchas ocasiones he trabajado con proyectos de gestión del conocimiento en donde el objetivo es compartir información. He visto sofisticadas bases de datos e iniciativas más o menos complejas para que la gente volcara su conocimiento. Y en muchas otras ocasiones he pensado que mucho de ese dinero se estaba perdiendo. Por supuesto que las bases de datos son importantes, al igual que las páginas de expertos en empresas grandes, pero lo que hace real una información es la comunicación cara a cara con la gente. Para ello, implica tener muy claro cuál es la labor del directivo, que dicho de una forma muy simple sería: Hacer que otros quieran hacer lo que han de hacer. Y eso requiere tiempo, mucha comunicación en todos los sentidos, dejar a un lado las reuniones absurdas que sólo hacen perder el tiempo y son un torneo de egos. Reuniones efectivas y constantes son las que dan rapidez en las respuestas y conforman un equipo de trabajo. Y este ha sido el ejemplo que pude comprobar ayer en MRW (compañía con más extensión de puntos de franquicias en España y líder en su sector). Seguramente si en nuestras empresas el director general o presidente siguiera dicho ejemplo se mejoraría nuestra productividad… y, por supuesto, se ahorrarían muchas iniciativas de compartir información que no llegan a buen fin.