Es un error pensar que la vida es un examen, que podamos copiar al de al lado. Cada uno tenemos un examen diferente.
Si quieres sufrir de manera absurda, utiliza la expresión: “si yo hubiera hecho tal cosa, me habría pasado tal otra mejor”. “Si hubiera montado este negocio, me habría hecho rico” o “si hubiera estado con tal persona, habría sido más feliz”. Son pensamientos que no nos dejan nada tranquilos. Es más, estas ideas nos ayudan al “arte de automachacarnos” y favorecen a que se despierte la envidia, emoción que está en las antípodas de la felicidad. Y lo que es peor, son falsos, porque la trampa está en pensar que el éxito es replicable en otra persona o en otro contexto o en otro momento. El éxito y el fracaso son unipersonales, sujetos a un momento preciso en el tiempo y de las circunstancias. Por tanto, imaginar cosas que no ocurrieron es una proyección de nuestra mente, que tiene el riesgo de llevarnos al lamento. Como lo resumió un amigo, es un error pensar que la vida es un examen, que podamos copiar al de al lado. Cada uno tenemos un examen diferente, incluso con unas preguntas que cada cual decide. Pues bien, cuando nos machacamos por intentar copiar a alguien o por lamentarnos por otra situación diferente, estamos cayendo en el “efecto de lo que podía haber sido” y que no ocurrió.
El “efecto de lo que podía haber sido” se recoge en la película “La La Land”, la ganadora de tantos premios y que esta semana se enfrenta a la gran noche de los Oscar. En un momento dado, se revive lo que en la mente de cualquiera puede ocurrir cuando nos imaginamos qué vida hubiéramos tenido si hubiésemos tomado otra decisión diferente (hasta aquí puedo contar para no desvelar claves para quien no la ha visto todavía). En la película queda muy bien. Pero en nuestra cabeza no suele ser tan “resultón”, ya que el pensamiento se queda ahí enganchado. Por tanto, veamos qué podemos hacer para salir más airosos.
Evita la frase “si hubiera…”.Cuando te reconozcas en ella, ponte una alarma. Recuerda el éxito es personal, como lo es el fracaso. Pensar que si entrenas horas y horas al tenis, puedes convertirte en un Nadal, es falso. Lógicamente, si no entrenas, nunca llegarás a ser un jugador de élite, pero aunque lo hicieras, no sabes si podías haber tenido una lesión o caer en una desmotivación profunda. Quién sabe.
Plantéate alternativas más amables. Lo que nos hace sufrir es que ante una decisión del pasado imaginamos que nos hubieran ocurrido mejores cosas. Por ejemplo, si hubiera continuado con mi anterior relación de pareja, me hubiera ido mucho mejor que con la actual. O si no hubiera cambiado de trabajo, no lo estaría pasando tan mal. No se sabe. Quizá hubieras tenido que lidiar con una infidelidad o con un despido. Por tanto, si tu mente se va a otras opciones siempre muy positivas (mayor felicidad en la pareja o en el trabajo), aunque sean falsas, plantéate otras alternativas que hubieran sido también posibles, pero no tan positivas (posible infidelidad o despido, por ejemplo). Puestos a imaginar, al menos piensa algo que te sea más amable a ti mismo.
Acepta que cada día tomamos las decisiones como mejor podemos. La vida es muy fácil a posteriori. Es como pensar: “si hubiera ido a tal sitio a comprar ese décimo de lotería, me habría hecho rico….” Resulta absurdo, ¿verdad? Por lo tanto, si pensamos eso con nuestras decisiones cotidianas, quedaría igual de ridículo. Además, vamos cambiando con el tiempo, y lo que hacemos en un momento dado no es replicable con lo que hicimos en el pasado o haremos en un futuro. Eres humano y como tal, imperfecto, con capacidad de error. Ahí está la gracia de estar vivo.
Y por último, aprende. Evitar el “efecto de lo que podía haber sido” no es incompatible con aprender del pasado, con buscar referencias en otros y con atreverse a explorar. Simplemente, el objetivo es evitar el lamento, evitar sufrir de manera innecesaria y tomar elementos que nos ayuden a crecer como personas.