El amor actúa como una goma de borrar. Las diferencias de carácter o de afición que vemos con la persona que nos gusta desaparecen y solo contemplamos que nos complementan. Sin embargo, el tiempo pasa y de repente, la famosa “complementariedad” se vuelve un fastidio. Poco a poco, se va minando hasta que un buen día, pensamos que somos demasiado diferentes para continuar juntos. Y surge el primer paso para la separación. Según los últimos datos publicados por el INE, en España,  la duración media de los matrimonios es de 15,5 años. Las uniones disueltas por divorcio tuvieron una duración media de 15,2 años mientras que la de los matrimonios separados fue de 20,8 años. Tres de cada diez divorcios se produjeron después de 20 años de matrimonio y dos de cada diez en uniones que duraron entre cinco y 10 años. En total, en 2013, se produjeron 100.437 sentencias de nulidades, separaciones y divorcios. Una barbaridad, y eso que no contabiliza las relaciones amorosas que se rompen sin papeles de por medio.

Sí, lo sé, el amor mezclado con datos es hasta de mal gusto, porque el amor depende de muchos factores ajenos al algoritmo y la estadística pero, ¿nos pueden servir de algo las matemáticas en el amor?  La doctora de la Universidad de Londres Hannah Fry afirma que sí. Porque como todo en la vida, el amor ofrece patrones de comportamiento que pueden ayudar a prever nuestro futuro amoroso, y las matemáticas miden precisamente eso, patrones de conducta.

Fry, en su ponencia ‘Las matemáticas del amor’, cita un estudio realmente curioso realizado por el psicólogo John Gottman, quien analizó varios años a decenas de parejas casadas a quien pidió que en sus sesiones discutieran los temas más conflictivos de su relación. De esta manera Gottman pudo confeccionar a través del tipo de diálogo y discurso de cada pareja un sistema tan perfeccionado que fue capaz de predecir, junto al matemático James Murray, en un 90% los divorcios que se producirían entre las parejas que trató.

A partir de ahí, de la observación y las matemáticas, confeccionó un modelo de trabajo bajo un concepto que denominó ‘Umbral de la Negatividad’. Este modelo hace referencia a todo aquello que nos molesta y que acaba provocando discusiones con nuestra pareja. Siguiendo la lógica se podría concluir que aquellos que tienen un umbral más alto de tolerancia, un umbral más alto de negatividad, tendrían más oportunidades de mantenerse en pareja que los que rápidamente protestan ante algo que les perturba.

Pero no es así. Lo curioso es que se trata de todo lo contrario. Las personas con un umbral bajo de negatividad son las que en pareja consiguen mantener las relaciones muchos más años. Son más duraderas aquellas relaciones que no dejan pasar las pequeñas cosas molestas desde el inicio, sino que con honestidad y rapidez discuten todo lo que les va sentando mal y van modulando de esta manera una forma de vida en común más satisfactoria. Mientras, los que acumulan reproches por no discutir, terminan las relaciones en un porcentaje mucho más alto. Quizá porque cuando explotan aparece el acumulado, comienzan a vaciar las maletas llenas de reproches y la negatividad se vuelve inaceptable, sin posibilidad de vuelta atrás.

Llegados a este punto sin retorno comienza de nuevo el ciclo de búsqueda de amor, porque el amor duele, pero siempre acaba regresando. Así, siguiendo con las matemáticas aplicadas a Cupido, Fry aporta un consejo sacado del análisis estadístico de la App de citas OkCupid, creada, por cierto, por matemáticos. Esta conclusión es no menos curiosa ya que mide los niveles de popularidad de las personas que cuelgan sus fotos ahí. Entre selfies en el wáter, posturas imposibles en la playa o poses más forzadas que el matrimonio de George Clooney, sorprende que en esta aplicación de citas los perfiles de personas más guapas o atractivas tienen un nivel de popularidad menor, pues la persona que quiere interactuar con ellas se echa para atrás al pensar que tendrá miles de candidatos o candidatas. Son aquéllos perfiles de gente más normal o menos agraciada los que tienen un éxito mayor. Extraño, pero matemático.

Así, Fry aconseja hacer lo contrario de lo que todos hacemos en las fotografías, que es tapar nuestros defectos. Es decir, los matemáticos aconsejan que si quieres ser más popular y eres calvo, no te pongas una gorra, o si te sobran unos kilos no cortes la foto a la mitad. Pues las matemáticas no engañan aquí tampoco. A quien no le gustes no le gustarás igualmente, y a quien le gustes, te amará con tus defectos publicitados sin complejos desde el principio.

Pero tranquilos, hay esperanza también en el amor eterno matemático. Está comprobado que las personas mayores que enviudan después de pasar toda la vida con su pareja, tienen un porcentaje mucho mayor que el resto de morir al poco tiempo. Es triste pero hermoso a la vez. Contigo a la eternidad.Como conclusión, y siguiendo con las matemáticas en el amor, quizá para vivir muchos años junto a tu amado o amada, lo mejor sea sumar en pareja, nunca restar,  para así no dividiros y crecer exponencialmente hasta que el resultado de la ecuación amorosa sea igual a infinito.