Nuestro cerebro está preparado para la supervivencia y no para la felicidad, según el profesor Francisco Mora, director del Departamento de Fisiología Humana de la Facultad de Medicina de la Universidad Complutense de Madrid. Los 700 millones de años de evolución nos han permitido tener un sistema perfectamente preparado para salir de peligros sin necesidad de pensar. No hace falta más que recordar qué nos ocurre en nuestro cuerpo cuando estamos conduciendo y se avalanza un coche frente a nosotros. Sencillamente, el cuerpo actúa y no piensa. Se activa en el cerebro un conjunto de respuestas para que nuestro corazón palpite más deprisa y transporte oxígeno en sangre para salir corriendo, pegar o pensar más deprisa. Somos un baile hormonal y todo ello «viene de serie», como los ordenadores. Es el resultado de los millones de años de evolución y de tener dos cerebros: El racional y el emocional o límbico. Precisamente este último es el causante de que lo tengamos tan difícil para ser felices, según Francisco Mora. Todo cuanto vivimos lo teñimos de emociones. Por eso, en opinión del profesor, la mejor manera de alcanzar la fecilidad es evitando los extremos del dolor o del placer o aislándonos del mundo, a través de practicar la meditación, cosa que no siempre está al alcance de todos. Esas son respuestas de la ciencia, sin embargo, existen otras alternativas.
La felicidad es algo que nos preocupa y no es de extrañar que haya muchos autores que nos ayuden a reflexionar sobre ella, a parte de las dificultades neuronales que parece que tenemos. Hace veinte siglos,  Seneca escribió un libro sobre la felicidad en el que nos invita a ser nosotros mismos y a buscar objetivos duraderos. Un libro reciente y actual es el que acaba de publicar Javier Fernández Aguado «La felicidad posible: 1000 consejos». Javier, amigo, pensador y profundo conocedor de la filosofía (es siempre una maravilla escucharle), proporciona pequeñas reflexiones muy prácticas para encontrar la felicidad en uno mismo y no buscarla en otros. Para ello, recoge ideas de los clásicos y de empresas actuales. Me gusta los versos que recoge de Pedro Salinas, mi poeta preferido, quien dice «Quisiera ser lo que te doy y no quien te lo da». Y me gusta esta idea porque posiblemente el ego sea uno de los aspectos que más nos aleja de la búsqueda de ser felices. También me han gustado las reflexiones sobre la amistad o los detalles sobre la semana. Por ejemplo, «enamorarse de las jornadas grises», un buen antídoto para no vivir amargados. En definitiva, un libro muy recomendable para encontrar otras alternativas a la ciencia.
Creo que la vida es un conjunto de momentos. Parece que nuestro cerebro no está preparado para vivir una felicidad eterna, pero seguro que todos hemos experimentado esos pequeños y grandes momentos de felicidad. Eso es posible y los libros que nos ayuden a reflexionar sobre ello son de agradecer.