Este fin de semana he participado en el Congreso de Anota, organizado por la editorial Pearson, al que han asistido más de 850 profesores de enseñanza primaria y secundaria. Estoy muy agradecida por haber sido inivtada para hablar sobre el talento y el NoMiedo, porque creo que la educación y los profesores son unos de los principales agentes de cambio de cualquier país. Me parece increible que España ocupe el puesto 35 de 57 países en el Informe Pisa sobre la educación. Si en la actualidad se supone que España es la décima u octava potencia del mundo (dependiendo de la encuesta que se emplee), ¿qué va a ocurrir dentro de unos años? La educación es futuro y se ha de construir en el presente con medios. Suecia invierte el 1,65% del PIB en educación, frente al 1,1% que lo hace España, según el Instituto Cervantes. Así pues, parece que hay un gran reto que afrontar.
Pero más allá de los aspectos formales del sistema, este fin de semana he preferido centrarme en el papel individual que realiza cada profesor. Gran parte de nuestros miedos los adquirimos culturalmente y en especial, en la escuela. El miedo al ridículo o a hablar en público se refuerzan en las aulas, fundamentalmente. La respuesta que tenga un profesor en esos primeros momentos es crucial para la educación de dicha persona. La profesión de maestro es una de las más sometidas al estrés, pero creo que también es una de las que más legado aporta. Comenté en el congreso que recuerdo perfectamente a los profesores que tuve y que me ayudaron a conformar mi carácter. Recuerdo en especial los años en los que estudié en el Instituto Ramiro de Maéztu (que hacía gala de estar cerca de la Residencia de Estudiantes, donde estuvieron Lorca, Buñuel o Dalí) y el clima de libertad y de responsabilidad que nos hicieron vivir los profesores. Me ayudaron a cuestionar y a pensar, más allá de los conocimientos que me enseñaron y eso es algo que me ha acompañado a lo largo de mi vida.
Por todo ello, terminé la ponencia hablando de Viktor Frankl, y del sentido de nuestro trabajo. La profesión de maestro es vocacional, no cabe duda, y muchas veces para afrontar las distintas dificultades, es bueno recordarlo y responder a la pregunta
«¿cómo me gustaría ser recordado?»
Cuando uno reflexiona sobre aquello que le da sentido a su trabajo, tiene más fuerza para abordar sus miedos y frustaciones y sentirse más cerca de uno mismo y del resto (alumnos, compañeros, colaboradores…)