Necesitamos los paradigmas para movernos. Son nuestros mapas mentales que nos ahorran tiempo en pensar y permiten que nuestro cerebro tenga más espacio para dedicarse a cosas más creativas. Gracias a ellos, presuponemos que los chinos o los turcos son de una determinada manera o que tal empresa es un absoluto desastre antes de conocerla. Nuestros paradigmas son procesos inconscientes, muy escurridizos, lo que dificulta que podamos reflexionar sobre ellos. Y precisamente nuestros paradigmas, que tanto nos ayudan a movernos por el mundo, son lo que nos limitan a entender al otro.
Gran parte de las discusiones surgen precisamente porque tenemos distintos marcos conceptuales para entender la realidad. Si nos planteáramos el deporte de renovar nuestros paradigmas entenderíamos que tenemos una gran cantidad de prejuicios y de ideas preconcebidas que carecen de fundamento. Esto es lo que se ha puesto de manifiesto este fin de semana en San Sebastián, en un congreso organizado por la farmacéutica Bristol Mayer sobre el tratamiento del SIDA. La empresa nos invitó a Antxón Arza y a mí a clausurar las jornadas. En el Congreso había especialistas sanitarios y asociaciones de enfermos del SIDA. Y éstos últimos hablaron de la dificultad de tener una vida plena, no precisamente por su enfermedad, sino por el rechazo social.
El SIDA ha dejado de ser la enfermedad por la que morían miles de personas en países avanzados aunque en el Tercer Mundo desgraciadamente sigue ocurriendo. El virus está controlado, gracias a innovadoras medicinas, pero el paradigma social no ha cambiado. Sigue siendo una losa para ellos. Tienen una vida relativamente sana, pero el mundo les rechaza por miedo y, lo que es peor, les hace sentirse culpables. Antes que la muerte, les preocupa sus relaciones personales, dijeron en un estudio. Y creo que este punto es responsabilidad nuestra, de los que no estamos enfermos y tenemos un paradigma desfasado en el tiempo. De una forma u otra todos contribuimos a aceptar o a rechazar a distintos colectivos, enfermos de SIDA, inmigrantes, ancianos… Y creo que por encima de los paradigmas culturales o sociales, está la decisión personal. Y eso, una vez, depende de cada uno de nosotros.