No parecen buenos momentos para el liderazgo. La crisis económica evidencia lo que Robert Sutton, profesor de Stanford, denomina el “tándem tóxico” entre jefe y colaborador. Por un lado, las personas con poder no siempre están conectadas con las necesidades de los que tienen a su cargo; y por otra parte, los colaboradores interpretan exageradamente las acciones de sus jefes.
La explicación nace del resultado de la “investigación de la galleta”. Se escoge a tres alumnos, a dos de ellos se les dice que tienen que redactar un documento y al tercero, se le pide que evalúe el trabajo de los anteriores y decida el importe con el que debería ser retribuido cada uno de ellos, en otras palabras, se le asigna el papel de jefe. Pasados 30 minutos los investigadores dejan un plato a espaldas del equipo con cuatro galletas, suponemos que sabrosas. Cada uno come la suya, pero queda la cuarta, codiciada por todos. Y según esta investigación, el que hace el papel de jefe no sólo se come la galleta de la discordia sin preguntar al resto, sino que además hace amplia ostentación de ello. Pues bien, los investigadores llegaron a varias conclusiones: El poder da placer (eso ya lo sabíamos) y te puede aislar de las necesidades de los otros -en determinadas situaciones, incluso, haciendo gala de ello-.
Hasta los más recónditos despachos de las empresas, me temo, llegan los ecos de la “galleta”. Estas tendencias generan un tándem tóxico que se exacerba durante una crisis. Sutton nos ofrece un marco útil para que los jefes se enfoquen en aquello que su gente más requiere de ellos. En una situación en la cual las personas se sienten amenazadas, un buen jefe encuentra las formas de proporcionar más predictibilidad, comprensión de la situación, sensación de control y compasión. En su artículo “How to Be a Good Boss in a Bad Economy” publicado en Harvard Business Review, nos explica como:
- Predictibilidad. Proporcione a las personas la mayor cantidad de información posible respecto de lo que les ocurrirá y cuándo para reducir su sufrimiento y relajarse durante la espera.
- Comprensión. Acompañe cualquier cambio importante con una explicación de por qué es necesario y cómo afectará las rutinas. La comunicación interna debe ser simple, concreta y repetitiva.
- Control. No presente un obstáculo como algo grande, complejo o difícil de superar; las personas se sentirán abrumadas y se paralizarán. Cuando un obstáculo se descompone en partes menos abrumadoras, las personas pueden abordarlo con confianza.
- Compasión. Atienda las necesidades emocionales de las personas, incluso si es ante un despido. Ayúdeles a conservar su dignidad. Esto es esencial tanto para ellos como para sus colegas que han sobrevivido los recortes.
En definitiva, un ejecutivo que sea capaz de brindar predictibilidad, comprensión, control y compasión evitará el tándem tóxico y el posible eco de la galleta.
me encantan ver este tipo de teorías que después ningún jefe que conozco aplica… es genial ser evangelizador, el problema es que una cosa es dar peces, y otra cosa es enseñar a pescar…
Desde hace más de dos mil años vienen apuntándose estas estrategias que ahora nos parecen nuevas. Lo que parece increíble es que los jefes (y si, los hay y muchos que lo hacen) no apliquen estas máximas.
Muy interesante Pilar. A la carencia de este tipo de habilidades, yo añadiría que en la situación actual, la incertidumbre también pesa enormemente sobre las cabezas de los ejecutivos, y ello lleva a la inseguridad, por lo que acrecienta la sensación de vulnerabilidad en el Jefe y en consecuencia a crear barreras de comunicación.
Por lo tanto, hoy el líder necesario no sólo es aquel capaz de trabajar con estas habilidades sino que además tiene una madurez, una solvencia profesional, que le hacen sobreponer a sus miedos. En definitiva, el liderazgo es Servicio, y hay pocas personas que sean capaces de entenderlo de este modo
Recordar estas cosas no está mal, no… creo que la crisis puede acentuar los peores comportamientos, y es que no hay como sentirse presionado para sacar lo peor de uno. Porque en tiempos de crisis, creo que el jefe que se come la galleta (ese que se la hubiera comido igual fuera cual fuese la circunstancia) puede estar pensando «a ver si va a ser la última galletita que me dan aquí…»
Así es Pilar, no parecen buenos tiempos para el liderazgo, aunque en realidad antes tampoco lo eran. La única diferencia es que en estos últimos años ha habido galletas para todos, sin embargo las actitudes no eran muy diferentes a las que ahora evidenciamos en muchas organizaciones.
Me ha gustado tu post.
Que razón llevas, Pilar. Nada que objetar, pero se me ocurre una pregunta:
¿y si en las organizaciones no llamásemos al Jefe, «Jefe»? Es algo totalmente cerebral. Te dicen: «tú eres el jefe de la manada porque ………» y, aunque seas un don nadie, tu cerebro se activa de tal manera que sacas un látigo y alcanzas todas las galletas para comértelas.
Esto es algo antiguo, muy antiguo. Como los animales en la jungla. Si son el «jefe» tienen derecho a todas las hembras y el tonto de turno que se busque otro grupito. A veces nos parecemos tanto a ellos.
Un saludo!
Hola Pilar,
Comparto contigo al 100% este artículo. No obstante, añadiría también sentido del humor. Aunque en ocasiones las cosas se ponen feas, considero que el sentido del humor ayuda a sobrellevar determinadas situaciones, es catártico, y además estimula las endorfinas. La risa tiene un poder de transformación muy potente.
Feliz día a todos :),
Mónica