Allá por la década de los 80 el sociólogo japonés Yoneji Masuda vaticinaba las excelencias de la tecnología en la sociedad y advertía de los posibles riesgos, entre los que señaló la pérdida de confidencialidad de nuestros hábitos. Lo que no fue capaz de prever Masuda es que la tecnología también podía ser capaz de registrar las señales de nuestro metabolismo. Y eso es lo que parece que Microsoft quiere patentar, según The Times: un software que permita a las empresas monitorizar no sólo la productividad de los empleados frente al ordenador, sino además, su presión sanguínea, el ritmo de su respiración, sus movimientos corporales, la intensidad de sus emociones a través de su expresión facial y un largo etcétera al más puro estilo Matrix o Gran Hermano.

Los directivos de Microsoft argumentaron a The Times que tienen más de 7.000 patentes y que están muy orgullosos de todas ellas, y que el objetivo de dicho software es el de poder ofrecer la «ayuda adecuada» a aquellos empleados en los que se detecten altos niveles de estrés o de frustración.

Este software satisface la necesidad de control que se empeñan tener algunas personas. El problema es cuando éstos -normalmente inseguros- ascienden y consiguen parcelas de poder, son capaces de tener ideas tan peligrosas como la de introducir este tipo de software en sus equipos. La libertad del ser humano es algo demasiado frágil como para no cuidarla con esmero, sea en las empresas o en la sociedad. El miedo y el control hacen del hombre un autómata, despojándolo de su dignidad y convirtiéndolo en una máquina más del ciclo productivo.

Escenarios como el de tener que dar explicaciones a un superior porque el alto nivel de frustración detectado por el dichoso software se debe en realidad a que tus hijos han suspendido por enésima vez o sencillamente, porque estás cabreado con la suegra me ponen los pelos de punta, pero podría ser peor, el mobbing podría pasar a ser un juego de niños ante la alternativa de un directivo con rasgos psicópatas disponiendo de tal información emocional sobre sus empleados.

Lo que puede ser aceptable en casos excepcionales como puedan ser los astronautas, los pilotos de avión o incluso los bomberos, en el resto de las ocasiones nos devuelve a la época de las cadenas de montaje de principios de siglo pasado sólo que cambiando los monos por trajes, pero lo más importante, una herramienta de este tipo atenta contra la productividad de los equipos, contra la libertad y la dignidad de las personas. Las empresas están para ganar dinero (lo sabemos), pero la forma en que este se consiga define la ética de cada organización.

Habrá que recordar a quien se le ocurra instalar el famoso software (en el caso de que se lleve a cabo y fuera legal) que el talento y el compromiso sólo crecen en terrenos cuyo principal sustrato es el de la libertad.