Me enamoré de un cuento sobre arqueros y aquello me animó a explorar el mundo del Kyudo, el tiro con arco japonés, que me inspiró como telón de fondo de la novela Poderosamente Frágiles.
Kyudo significa en japonés “el camino del arco” y es considerada la disciplina más elevada del guerrero samurái. Su origen es ceremonial, como la caligrafía o la ceremonia del té; e incluso defensivo, hasta la llegada de las armas de fuego. Sus raíces se remontan al budismo, taoísmo y sintoísmo. Ante todo, es un arte marcial meditativo por excelencia, en el que se saborean las distintas posturas que nos conectan con algo más grande que el simple tiro. A pesar de su belleza y de su trasfondo, me sorprende lo poco conocido que es en occidente en comparación con otras artes.
El objetivo del Kyudo no es dar en la diana, sino vivirlo como un proceso de autoconocimiento y de realización personal, aprenderlo lleva toda una vida. El Kyudo es solo la excusa de partida de la novela, en la que hay encuentros y desencuentros amorosos, hallazgos personales y caricias de nuestra propia fragilidad; a continuación recojo algunas claves del tiro con arco japonés que me han servido de inspiración:
– Hasta que no se desatiende el fruto de la acción, no se puede acometer la propia acción. Vivimos en una sociedad en donde prima el hacer. Sin embargo, el autoconocimiento residen en el ser, en el estar. No importa dar en la diana, sino vivir el proceso. Al igual que en la felicidad: el objetivo no es el destino sino el camino.
– Se consigue abrir el arco cuando nos anclamos en nuestros huesos. Es una bella metáfora de las fortalezas. Un yumi, el arco japonés, mide más de dos metros y cuesta realmente mucho conseguir abrirlo. Cuando lo intentamos con los músculos, el esfuerzo es ingente. Sin embargo, si lo hacemos desde aquello en lo que destacamos, en nuestras fortalezas, en nuestros huesos, nos resulta mucho más natural lograrlo.
– Cuando se tira la flecha, se produce un efecto físico que nos conecta con emociones a veces desconocidas. Disparar el yumi al principio asusta, la cuerda puede rozar el brazo y dañarte. Sin embargo, cuando se lleva a cabo sin miedo y sin intención (algo bien difícil de lograr), los brazos quedan abiertos en forma de cruz, quedando expuesto el corazón. El yumi es el único arco del mundo que crea ese efecto, de ahí que resulte tan meditativo.
– Lo importante es el kamiza, la tabla que se coloca en el suelo y que representa los valores de la escuela, la tradición, los maestros… Cuando se tira al arco, la mirada está puesta en la diana, mientras que el corazón se dirige al kamiza. La metáfora es también muy significativa: si lo que hacemos no está alineado con lo que creemos, nuestro kamiza particular, es muy posible que no encontremos el sentido.
– El Kyudo se apoya en tres grandes ejes: Belleza, bondad y verdad. La belleza de cada uno de los movimientos, que han de ser lentos y al mismo tiempo, precisos. La bondad, que se traduce en cortesía, compasión y evitación de emociones que dañen el proceso, como el miedo, la rabia o la tristeza. Y por último, la verdad, el sentido de la búsqueda de uno mismo.
Los puntos anteriores quedan de telón de fondo en la novela y sirven para que los distintos personajes se vayan adentrando en los pliegues de sus relaciones y de ellos mismos. Como diría el maestro Chogyam Trungpa: “A través del kyudo uno puede aprender a vivir más allá de la esperanza y el miedo, puede aprender a ser”.
Para saber más sobre Kyudo (texto):
Reportaje sobre una ceremonia en Japón:
Reportaje sobre el yumi en el National Geography: