¿Cuántos fumadores conoces que lo hayan dejado gracias a las imágenes en las cajetillas de tabaco de pulmones intoxicados, impotencia y un largo etcétera de problemas? Personalmente, no conozco a ninguno. Dudo que este tipo de campañas tan “motivadoras” logren el éxito esperado y si tuviéramos que preguntarnos por las causas, deberíamos echar un vistazo a qué nos dice la ciencia. En la década de los 80 Roberts expuso a fumadores, ex fumadores y no fumadores a diversas campañas a favor y en contra el tabaquismo. Sin previo aviso, se pidió a los participantes que dijeran qué había recordado más y… ¡tachán!: Los no fumadores y ex fumadores recordaban más las campañas antitabaco mientras que los fumadores retenían incluso mejor las imágenes pro tabaquismo. El estudio lo repitió con respecto al uso del cinturón de seguridad y una vez más, ocurrió lo mismo: las personas que solían usar el cinturón de seguridad recordaron más las imágenes a favor; mientras que las que no lo utilizaban, memorizaron mejor las que incitaban a no utilizarlo. En definitiva, recordamos lo que queremos y el motivo es porque nuestra memoria es selectiva (por supuesto está relacionado con la percepción selectiva de la cual ya hablaremos en otra ocasión). Es decir, viene a nuestra mente aquello que nos interesa para seguir haciendo lo que queremos. Así de sencillo. Alguien podrá pensar que nos mentimos a nosotros mismos y me temo que es correcto… somos capaces de hacerlo con una “elevada profesionalidad”, aunque luego siempre hay alguno que gana el primer premio.
El psicólogo Cohen en 1981 proyectó un video de una mujer que cenaba con su esposo para celebrar su cumpleaños. Cuando se les dijo a los participantes que ella era camarera, estos recordaron que la mujer había bebido cerveza y tenía un televisor. Cuando se les dijo que era bibliotecaria, recordaron que usaba gafas y escuchaba música clásica (por cierto, peculiaridades bastante discutibles… pero así funciona la mente). Tenemos una memoria selectiva porque somos expertos en organizar los armarios de nuestros recuerdos conforme a criterios previos. De hecho, puede darse el caso de dos hermanos adultos que hablen de la infancia compartida y cada uno tenga un recuerdo bien distinto. Pues bien, la manera de percibir la información y de recordarla hace que si queramos negar algo, encontremos mil y un argumentos (todos ellos muy válidos, por supuesto) para conseguirlo. Esto es lo que hacemos cuando queremos seguir fumando. Por ello, el primer paso para un cambio es salir de nuestra propia tendencia de comprender y recordar la información. En otras palabras, hemos de saber cuestionarnos a nosotros mismos y a nuestros propios paradigmas, lo que supone un acto valiente para el que no todo el mundo se siente preparado.
El segundo aspecto crucial para un cambio es el refuerzo positivo emocional. Es decir, en vez de hablar de las malísimas cosas que nos pueden ocurrir si seguimos haciendo algo, habría que comenzar a fijarse en las buenas cosas que nos sucederían si dejáramos de hacerlo. Un ejemplo casero: Si mañana queremos comenzar una dieta para adelgazar, tendremos más éxito si nos ponemos una foto nuestra en la puerta del frigorífico guapos, delgados y con el tipo deseado y quizá perdido, que si nos pusiéramos una imagen nuestra con muchos kilos. Si fuera esta última y nos entrara el arrebatador deseo de chocolate, diríamos: “total… si por unos kilos hasta llegar ahí me queda mucho”.
Así pues, el refuerzo positivo es mucho más eficaz que el negativo. Imaginarnos un futuro que está en nuestras manos más prometedor resulta más eficaz para nuestra mente a la hora de enfrentarnos a un cambio de hábitos. Por ello y según las ciencias sociales, parece que tendría más éxito para los fumadores visualizarse con una salud más plena, que no las imágenes feas que se endosan en las cajetillas de tabaco. Y todo ello, lo podemos trasladar a nuestro día a día. Si deseamos cambiar algo, busquemos los refuerzos positivos que nos ayuden a tomar la decisión del cambio. Juguemos con las visualizaciones, con nuestros sueños y demos pequeños pasos para lograrlo. Si nos quedamos en la aceptación, organizaremos las carpetas de nuestra memoria para justificar que lo que hacemos es lo correcto. Ya lo hemos dicho, el cambio de algo comienza por cuestionarnos a nosotros mismos… y por darnos pequeños regalos para ilusionarnos y continuar el proceso.
Fórmula:
Nuestra memoria es selectiva, es decir, recordamos aquello que queremos; y el refuerzo positivo es más eficaz que el negativo para afrontar un cambio de hábitos.
Recetas:
- Ante cualquier información, escucha atentamente los puntos en contra a tu idea preconcebida e incluso, defiéndelos. Así se realiza en los concursos de debate para ser más permeables a enfoques que a priori nos cuestan mucho aceptar.
- Revisa tu propia historia personal e identifica posibles partes de la misma que sueles pasar por alto. Quizá no eras tan….(añade el adjetivo que te suelas decir). Viene bien escuchar a los familiares cercanos con otros oídos.
- Si quieres realizar un cambio, ayúdate con aquello que te supone un refuerzo positivo: imágenes, recompensas, reconocimientos… sé tu propio animador personal.
Fuentes:
Jericó, Pilar (2010): Héroes cotidianos, Planeta, Barcelona.
Roberts, J.V. (1984). Selective recall for personally relevant communications. Canadian Journalist of Behavioral Science, 16, 208-215.