«Lo más difícil de aprender en la vida es qué puente hay que cruzar y qué puente hay que quemar» dijo Bertrand Russell, Premio Nobel de Literatura en 1950. Y uno de los medios más recomendables para tomar dichas decisiones es contar con la ayuda de un mentor, es decir, alguien que comparte su experiencia y es fuente de inspiración para nosotros. Mentores han existido a lo largo de la historia, incluso el propio término proviene de la Mitología clásica, concretamente, del maestro que formó al hijo de Ulises. De una forma u otra, la mayor parte de nosotros hemos tenido un mentor. Si echamos una mirada hacia atrás en nuestras vidas, veremos que algunas de nuestras decisiones sobre qué puente cruzar y cuál quemar, en palabras de Bertrand Russell, fueron influidas por aquellas personas que actuaron como nuestros mentores. Contar con un buen mentor es, sin duda, una de las mejores experiencias de aprendizaje que alguien puede tener para desarrollar su talento y crecer a nivel personal.
Sin embargo, a pesar de las ventajas de contar con mentores, curiosamente en el mundo empresarial, apenas existen programas de mentoring (ya sabemos que en la dirección de las organizaciones gran parte de los conceptos los tomamos del inglés, aunque su origen sea latino, y acabamos poniéndole la coletilla -ing). A principios de los años 90, en plena efervescencia de la gestión del conocimiento, Nonaka y Takeuchi, padres conceptuales de la misma, decían que una de las mejores maneras para compartir el conocimiento tácito era a través de mentores, al ser este conocimiento difícil de trasladar en palabras y conceptos. Sin embargo, en el panorama empresarial apenas hubo seguidores, quizá por la ausencia de metodología para llevarlo a cabo. Y es precisamente esto último lo que ha resuelto magníficamente Beatriz Valderrama en el libro «Mentoring y Coaching», que he prologado y presentado hoy en Madrid.
Los programas de mentoring son probablemente los programas que más impacto están teniendo en aquellas empresas donde estamos colaboramos. Y los motivos son tanto racionales como emocionales. No siempre tenemos la oportunidad de expresar aquello que nos preocupa y hacerlo con alguien que nos entiende, nos escucha y además, ha vivido una situación parecida. El mentor ofrece distancia y soporte a través de un método, que Beatriz explica con mucho detalle en el libro, que sirve para que la persona pueda tomar decisiones más adecuadas. La eficacia del mentoring se observa en los resultados económicos y en el salario emocional de ambas personas. Algo que nos sorprende es que cuando dos profesionales se implican en un proceso de mentoring salen ganando los dos. Y esto último no es tan fácil de medir a través de cifras o números.
La presentación del libro ha sido preciosa y llena de anécdotas interesantes. Hemos presentado el acto José Luis Buevo (Director de Davinchi), Julián Pavón y Javier Cansado (humorista de Faemino y Cansado). El libro creo que es extraordinario y muy útil. Vale la pena leerlo si se quiere desarrollar uno como mentor o quiere emprender un proyecto de mentoring. Desde estas líneas, Beatriz, te doy la enhorabuena.
Hola Pilar. Totalmente de acuerdo contigo en la exposición.
Existe, además de las explicaciones que das en tu artículo, un apartado más que puede dar explicación al porqué el mentor es tan útil y tan difícil de encontrar, y se halla en la diferencia establecida por los psicólogos del aprendizaje entre conocimientos explícitos (saber qué) y conocimientos implícitos (saber cómo) son los que finalmente marcan la diferencia.
El elemento fundamental se basa en tener ese conocimiento explícito, pero saber transmitir el conocimiento implícito, que es mucho más complicado y que se ha dado en llamar (mal llamado) intuición, saber hacer o estrella.
Por eso, los mejores mentores, son aquellos capaces de transmitir su conocimiento implícito y hacer que llegue a la persona supervisada como un conocimiento explícito.