La vejez tiene dos ventajas: dejan de dolerte las muelas y dejas de escuchar las tonterías que se dicen a tu alrededor
Dijo el escritor Bernand Shaw. Sin embargo, y a pesar de estas “convincentes” ventajas, nos resistimos a envejecer. Buscamos la eterna juventud comprando cremas que nos prometen resultados inalcanzables, llenamos nuestros carritos del hiper con productos light y bio-saludables, y cuando nada de lo anterior se nos antoja suficiente recurrimos a la cirugía plástica. En España se realizan 800 intervenciones al día de este tipo de cirugía que mueve 900 millones de euros al año, lo que nos posiciona en el primer lugar en la Unión Europea y en el tercero a nivel mundial, según datos de la Sociedad Española de Cirugía Estética. Y los motivos por los que deseamos la eterna juventud hemos de buscarlos en nuestros miedos.
Todos tenemos miedos: A fracasar, a no llegar a fin de mes, a la muerte… pero quizás, uno de los que más nos condiciona sea el miedo a no ser aceptados, a no ser queridos. Como resumió el filósofo Arthur Schopenhauer:
El instinto social de los hombres no se basa en el amor a la sociedad, sino en el miedo a la soledad.
La necesidad de ser aceptados se ve dificultada en el mundo que nos ha tocado vivir, donde los valores mas encumbrados son la belleza y la juventud. La edad madura parece estar de capa caída, en especial en las mujeres. Un hombre con canas resulta interesante; una mujer intenta disimularlas. La búsqueda de la juventud es una forma de buscar el amor y el reconocimiento de los demás, pero a un precio demasiado alto para nuestra felicidad, además de ser poco práctico: Buscar la satisfacción personal en algo con fecha de caducidad es apostar por un caballo perdedor, aunque los anuncios se empeñen en vendernos otra cosa.
En una encuesta realizada hace años en Francia, el 89 por ciento de los participantes reconocieron que el hombre necesitaba encontrar un sentido a su vida. El psiquiatra Viktor Frankl afirma que la neurosis de nuestra sociedad es el vacío existencial. Y para evitarlo, lo rellenamos con aquello que después tememos perder, ya sea juventud, belleza, una casa envidiable o un puesto de prestigio en una empresa. En definitiva, creemos que nuestra identidad y nuestra valía personal dependen del tener, que no del ser. Y ese es el origen de nuestros miedos. Difícilmente podremos perder lo que somos, pero sí lo que poseemos; y, sin lugar a dudas, perder la juventud es ley de vida. Quizá nos hemos empeñado en buscar la felicidad donde no se encuentra. Como recoge Daniel Gilbert, profesor de psicología de la Universidad de Harvard:
La sociedad quiere que consumamos, no que seamos felices.
Si pensamos en quiénes han sido relevantes en nuestras vidas, difícilmente destacaremos a los más atractivos, sino a los que nos han querido tal y como somos, con nuestros defectos y nuestras arrugas. Aquellos que nos han hecho sentirnos importantes y únicos. Antoine de Saint-Exupèry, autor de El Principito, lo resumía del siguiente modo:
Lo esencial es invisible a los ojos.
Y qué razón tenía. La auténtica belleza no puede verse y todos podemos aspirar a ella, independientemente del cuerpo que tengamos. En la medida en que sepamos aceptarnos y querernos como somos, podremos ser más felices. ¿Y acaso no es la felicidad lo que todos buscamos?
Magnífica entrada, «hidratante» diría yo, para alguien que no lo lleva bien eso de vivir envejeciendo…;-) Gracias.
Hemos perdido la conexión con nosotros mismos, no sabemos lo que somos, lo que somos de verdad, por eso tenemos miedo a envejecer y a la muerte, vivimos en el exterior, que eso no es malo en si mismo, pero ¿todo el tiempo? ese es el problema.
Hemos dejado de lado que somos seres profundamente espirituales, necesitamos conectarnos con la «Totalidad» o la «Naturaleza» o como queráis llamarle, porque esa conexión es en la que nos sentimos felices.
El placer de respirar, de latir, de sentir el aire, el sol, la arena bajo los pies, sentir el abrazo de otro ser humano, sentir, hay que buscar el tiempo para «sentir» que «pensar» ya lo hacemos bastante.
¡Vaya mitín que he soltado! jajajaja Me gustan tus entradas, son profundamente humanas ¡gracias!
Hola Pilar:
Quizás sea esa necesidad de aceptación lo nos lleve a tunearnos y no a buscar nuestro sentido en la vida lo que acaba provocando una irremediable infelicidad. Buscamos que nos quieran pero no nos queremos y así, la verdad, nunca encontraremos sentido a nuestra vida
Un saludo
Es cierto, no obstante es un miedo que sólo surge cuando tomamos conciencia de que el proceso irreversible está ocurriendo. Lo que indica que los humanos seguimos actuando en base a las evidencias y vivencias propias y no en base a lo que les sucede a los demás. Siendo jóvenes pensamos que jamás envejeceremos, de hecho poco nos preocupa cuando comprobamos que sucederá, pero que aún falta para ello. En realidad envejecer no fuese tan malo si no tuviese que venir acompañado con el deterioro, pues del resto es tan gratificante como lo podría ser beber de la fuente de la eterna juventud.
Post muy reflexivo…
Saludos
PR
Hola Pilar,
Tocas un tema controvertido que con el paso del tiempo sigue siendo relevante.
Las personas centran sus vidas en el tener y en sus posesiones porque es muy importante el aparentar en todos los ámbitos de sus vidas aunque luego en la realidad sea todo una falsedad porque de cara a la galería cuela.
El envejecer supone madurar y evolucionar en todos los sentidos. No podemos pretender aparentar lo que no somos. El espejo de la perfección es subjetivo y efímero que nos hace centrarnos en lo material y no en la esencia de lo que somos. Debemos vivir para darle un sentido a nuestro ciclo existencial de la manera que mejor nos parezca. Debemos destacar por lo que somos e hicimos como personas y no por lo que tenemos.
Las personas debemos ser aceptadas como somos y aquellos que lo hagan serán quienes nos apoyen y quieran por encima de todo independientemente de las circunstancias en las que nos encontremos.
Vivimos en la sociedad de la apariencia y la hipocresía donde imperan actitudes individualistas y egoístas sin importarnos la existencia del prójimo y eso conllevará vacíos existenciales globales e irreparables.
Saludos,
Juan
es que vamos que envejecer es tambien dejar de aportar productivamente a la sociedad. envejecemos y nos acercamos cada dia mas al día de nuestro desenlace. y ante este inminente destino nos aferramos a nuestra vida, que es intensidad y es amor. ¿ lo incierto de nuestro desenlace provoca que veamos a lo desconocido con temor no queremos claridad, sino perpetui9dad por quienes fuimos ya no lo somos.
un saludo
Hola PIlar
Supongo que es como todo, o lo tomas como una molestia o como una oportunidad…
Personalmente, prefiero tomarlo como oportunidad de redescubrirme, porque, al fin y al cabo, todo lo que sube, baja y todo lo que se inicia, acaba aunque a Bill Gates le fastidie.
Un saludo