Tenemos menos hijos que antes, de eso no hay duda. El descenso de la tasa de natalidad afecta a las compañías cuando van a captar a jóvenes. Los nacidos entre 1980 y 1986 pueden escoger más que antes. Son los denominados Generación Y. La mayor parte de ellos viven en casa de sus padres (se calcula que hasta un 80 por ciento), son más individualistas que generaciones anteriores, han convivido con las nuevas tecnologías casi “desde la cuna” y parecen que son los que más inquietudes expresan en ser empresarios, al menos en España.
Pero lo más preocupante de cara a la empresa es que son los que muestran un menor sentimiento de lealtad hacia la empresa. Los índices de rotación de jóvenes preparados y codiciados por el mercado son altísimos, tanto que en algunas empresas estadounidenses prefieren contratar personas de mayor edad para ciertos puestos habitualmente reservados a los jóvenes porque saben que, al menos, éstos tienen menos intenciones de abandonar la compañía (o menos posibilidades). Otra solución que se plantean las empresas es contratar inmigrantes muy cualificados a través políticas como la “visa azul” de la Unión Europea y que competirán por los puestos de la Generación Y. Mientras que el porcentaje de trabajadores extranjeros altamente cualificados en la UE es de 1,72 por ciento, Australia alcanza el 9,9 por ciento; Canadá, el 7,3 por ciento y Estados Unidos, el 3,2 por ciento.
Pero al mismo tiempo vivimos una paradoja en el mercado laboral. Mientras que las empresas se quejan de la falta de talento y muchos jóvenes de la Generación Y se permiten el lujo de rechazar trabajos, existen profesionales preparados (normalmente con estudios universitarios o inmigrantes cualificados) que se lamentan de la ausencia de oportunidades o de los escasos sueldos. Parece que la retribución en determinadas áreas tiene un techo salarial: Los mil euros, lo que ha dado pie a la denominación “mileuristas”. En España un 40 por ciento de las personas no pueden permitirse ciertos gastos como ir de vacaciones ni una semana, según el Instituto Nacional de Estadística y seis de cada diez jóvenes son trabajadores temporales. En definitiva, el mercado laboral es complejo pero aquella empresa que sepa aprovechar sus oportunidades tendrá una clara ventaja competitiva.
Yo toda mi vida trabajando y no soy mileurista si no que soy «Quinientos» eurista, aunque trabaje solo 5 horas diarias, más tampoco me autorizan.
Así no se puede ir a ningún sitio de vacaciones ni tener gastos extras. Y con edad para no poder aspirar a ningún trabajo mejor.
Gracias por preocuparte de este tema tan importante.
Isabella, habrá que patentar el término «quiniestourista», que como salió en el periódico hace unos meses son más personas de las que nosotros nos imaginamos.
Gracias por tus palabras.
Un abrazo
Me ha gustado tu artículo Pilar.
Soy generación Y, posiblemente CBP. Según mi forma de ver, hay un choque generacional, ya que las formas «antiguas» no encajan con nuestra forma de entender la vida. Para explicarme mejor, te muestro un ejemplo (parte de la respuesta de RRHH de «The Boston Consulting Group», por suerte cuando la recibí ya estaba trabajando en una mejor empresa y mejores condiciones):
«…El motivo de este email… el Comité de Selección ha decidido no iniciar el proceso de entrevistas. Son muchos los candidatos que se dirigen a nosotros y ello nos hace desestimar aquellas solicitudes que no se ajustan perfectamente al perfil buscado….»
Conclusión: independientemente del mail, No son conscientes que somos los líderes del futuro. No son conscientes que con nosotros hay que colaborar y ponerse al mismo nivel sin levitar.
Afortunadamente, sé que hay muchas empresas que sí son conscientes, saben y tratan a la generación Y de forma adecuada, a cambio, tienen nuestra lealtad que haces referencia en tu artículo.
En cambio, empresas como la comentada anteriormente, tienen los días contados porque han olvidado lo fundamental: viven y comen de proyectos que los «líderes» les contratan; nosotros somos los líderes del futuro, somos no sólo sus futuros talentos, sino sus futuros (y ahora imposibles) clientes.