Esta semana John y Ann Betar han celebrado su 81 aniversario de boda en Estados Unidos. Son la pareja más longeva de su país. En España Justo Galindo y Lucía Rodríguez alcanzaron el mismo récord el pasado septiembre en Valdelacasa del Tajo; aunque ambos matrimonios distan todavía nueve años del conformado por los chinos Yang Shengzhong y su esposa Jin Jifen, quienes llegaron a celebrar sus 90 años juntos. En la actualidad, alrededor de 50 por cierto de los matrimonios prosperan en culturas occidentales, ¿pero también lo hacen en el amor? Un matrimonio longevo no significa necesariamente un matrimonio feliz, ya se sabe. De hecho, en los años 90 Glenn estudió parejas casadas veinte años atrás y solo el 25 por cierto conservaban o habían mejorado la felicidad alcanzada al principio.
Se puede continuar con una pareja por mil motivos y no ha de ser porque se sientan satisfechos en su relación, necesariamente. Se puede prolongar por los hijos, por cuestiones económicas, presiones religiosas o sociales, por vergüenza o por las bajas expectativas de encontrar una persona mejor, entre otras. Supongo que más de uno habrá conocido o incluso vivido, motivos como los anteriores. Así pues, si el contexto o nuestros principios condicionan la ruptura, ¿qué determina la felicidad? Hace un tiempo hablamos de cinco claves, pero ahora vamos a revisar otro enfoque diferente: la gestión de las tensiones individuales o de las paradojas en la pareja.
Cualquier decisión vital nos enfrenta a la duda de qué hubiera ocurrido si no la hubiéramos tomado. Esto mismo sucede en el amor. Cuando estamos con alguien, se abre el mundo de los anhelos o de las fantasías imaginándonos de otro modo o en otras situaciones. Conforme sepamos vivirlo, seremos capaces de mantener o de incrementar nuestra felicidad. Veamos cuáles son dichas tensiones, según el análisis de Yela y otros autores:
- Deseo frente a posesión: Como resume el gran Oscar Wilde: “Solo hay dos tragedias en la vida: perder a quien se ama y conseguir a quien se ama”. Y no sé si será así, pero muchos de los “amores desgarradores” que he conocido han tenido la peculiaridad de haber sido imposibles. Desde ese lugar se construyen mundos de posibilidades perfectas, pero irreales. En la medida que se consigue, todo se desvanece. Lógicamente, no había amor, sino movimiento de conquista y poco más. Pero, cuidado, dicho movimiento también puede ser el primer paso para una historia de 81 años. Como les ocurrió al matrimonio Betar. John rescató a Ann de una boda pactada por su padre con un hombre 20 años mayor. Huyeron de su pueblo en Connecticut y marcharon a Nueva York desde donde viven hasta la fecha.
- Pasión frente a la rutina: La pasión tiene el aliciente de la novedad, de la intensidad. Pero pasado el tiempo, las parejas se conocen de tal manera que llega un momento en el que lo que hay que gestionar es la rutina. No cabe duda que todos necesitamos estabilidad para crecer en otros apartados, el problema surge cuando ésta se convierte en rutina que asfixia. Por ello, hay parejas que generan conflictos de manera inconsciente para encontrar la pasión en ese espacio. Y en dichas espirales perduran (otra cosa es que les haga felices). Así pues, una de las claves es contemplar a la otra persona con mirada de curiosidad, no dejar de sorprenderla o de conocer cómo es, más allá de lo que pensamos de él o de ella. Todos tenemos aristas que incluso nosotros mismos desconocemos.
- Idealización frente a la realidad: Relacionado con el primer punto, había una frase del gran humorista Gila que refleja esta tensión: “el matrimonio es como el metro, los que están dentro quieren salir y los que están fuera quieren entrar”. Las películas de amor de Hollywood terminan en el gran instante del sí, de la conquista… pero suelen obviar los momentos de cotidianidad, en definitiva, de nuestra realidad. La gestión de nuestras expectativas en este punto es especialmente importante. Como dice Ann Betar respecto al éxito de su pareja: se ha de aceptar al otro como es, que es un modo de reducir la idealización.
- Compromiso frente a independencia: aquí nos enfrentamos a los dilemas universales de seguridad-exploración; aproximación-evitación. La relación amorosa requiere compromiso y choca contra el deseo de independencia, de no dar explicaciones, de “no sentirnos atados”. Quizá en este punto lo relevante es construir una pareja con los márgenes de libertad adecuados y donde la gestión de nuestra confianza y el miedo resulta fundamental. En la medida que dudemos de nosotros mismos, dudaremos del otro. Por ello, personas infieles pueden ser terriblemente inseguros con respecto a su pareja.
- Fidelidad frente a deseo de novedad: en este apartado como en los anteriores, es una tensión que puede romper una pareja y posiblemente, la más difícil de gestionar. Cuando uno está enamorado, la pasión anula la motivación básica mamífera de la búsqueda de la novedad. El problema es cuando se lleva tiempo. Quizá el desafío sea una vez más crear la sorpresa dentro de la pareja, dedicarle tiempo y esmero como al principio, no dejarse arrastrar por la comodidad. Es entonces cuando surge el aburrimiento y se inauguran todas las tentativas problemáticas de resolución: infidelidades ocultas o abiertas, represión de la conducta o de los propios deseos…
Estar en pareja significa renunciar a cosas para ganar otras. Cuando uno ama las anteriores paradojas se resuelven fácilmente. Quizá lo difícil sea aprender a amar, a aceptar al otro y a uno mismo en momentos muchas veces difíciles. El amor es una experiencia dinámica, de negociación casi diaria, de profunda generosidad y aceptación, de búsqueda de libertad personal y de respecto hacia uno y hacia el otro. Cuando nos comprometemos, conocemos el punto de partida del camino pero desconocemos los valles, los precipicios o los cambios de deseo de nuestro acompañante a lo largo de la travesía. Sinceramente, creo que el amor es la necesidad más profunda del ser humano y por el que vale la pena vivir, pero como todo lo valioso, requiere dedicación, tiempo, paciencia, respeto y muchas dosis de cuidado.
Fórmula:
El amor es una experiencia dinámica, de profunda generosidad y aceptación, que implica gestionar las tensiones y las paradojas a las que nos enfrentamos como personas hacia un objetivo compartido.
Recetas:
A continuación recojo un resumen de las recetas de las personas que han participado a través de los canales de Twitter y Facebook ante la pregunta: “Claves para un matrimonio longevo y feliz”. Gracias a todos por las aportaciones. Recojo algunas (y siento dejarme algunas en el tintero):
- Objetivos y valores comunes y compartidos: Si no miramos al mismo punto, será difícil que hagamos una travesía adecuada. En este apartado está la capacidad de crear nuevas ilusiones y proyectos de futuro que sigan avivando nuestra necesidad de descubrir (Javier Guardional, Juana Maríeta Bernedo Cornejo, Francisco Ranchal, Joaquín Villena). Una buena idea es preguntar a nuestra pareja sobre cómo se ve en un año, cinco o diez. Supongo que preguntar dentro de 81 años puede resultar un poco excesivo.
- Respeto por el otro y por uno mismo: ha resultado uno de los valores más mencionados (Nines Dvicente, Acga García Álvarez, Patricia, Pris, Domingo Gaitero, Germán Fernández, Jotapjota), donde incluimos también tolerancia y el apoyo hacia el otro.
- Libertad y generosidad: Como resume Elisa Fega: “Alas para volar y motivos para quedarse”. Conceder márgenes de libertad o como resume Cristina de Fez: “Si te sientes libre, te sientes querido y respetado, valoras lo que tienes y lo deseas siempre”. ¿Hasta qué punto concedemos libertad a la otra persona?
- Comunicación abierta: Ann Betar habla de la importancia de discutir todos los problemas con la firme intención de llegar a un acuerdo. Juan Londoño, amigo y experto en comunicación, menciona que ante una discusión, se ha de hablar de hechos y no del ser; y ante un reclamo al menos tres mensajes de aprecio. Senda Psicólogos sostiene la importancia de una comunicación adecuada para no perder la complicidad de ser buenos amigos. Y Gaalad López y Julia de Miguel incluyen en este apartado la capacidad de perdonar, sobre la que hablamos hace un tiempo.
- Cuidar al otro: Implica tiempo, generosidad y mucho cariño. Noelia San Emeterio Pacheco lo recoge en una cita muy interesante: “Alguien le preguntó a una ancianita: ¿Cómo se las arreglaron para estar juntos 65 años? Ella contestó: “Nacimos en una época en la que si se rompía, se arreglaba y no se tiraba a la basura”. Carlos Ortiz Sanchidrián y Alberto Asiain incluyen en este apartado el aspecto físico, la atracción que, por supuesto, no se ha de descuidar.
- Sorprender: Techu Arranz, experta en desarrollo personal, recoge la importancia, de renovar la mirada hacia el otro, descubrirle cada día y tener la capacidad de sorprender amablemente.
- Actitud positiva: donde está el humor, la diversión, el juego… como mencionan Óscar Generoso, María Rosa Flaherty
- Quererse a uno mismo: Y es imposible aprender a amar si no nos aceptamos a nosotros mismos y tenemos la fantasía de que el otro nos va a rescatar de nuestras dificultades.
Fuentes:
- Yela, C et al. “Las dos caras del amor: funciones, mitos, paradojas y renuncias” en Worchel, S. et al. “Psicología Social”, Thomson, 2007.
- Glen, D. (1991): “The recent trend in marital success in the United States”, Journal of Marriage and the Family, 53, 261-270.
- Opiniones tomadas del canal de Twitter y Facebook.