“Mi objetivo para este año es asistir a los entrenamientos de mi hijo”, me comentó hace unos días un directivo de una gran empresa. Si no iba más veces, era porque en su departamento siempre saltaba algún problema de última hora: un informe importantísimo, una reunión inexcusable o cualquier otro “fuego que apagar”, que le impedía estar los viernes por las tardes viendo a su hijo. “Y lo que es peor –añadió–, la mayoría de las veces lo que se pide no es nada urgente”. El problema reside en los caprichos de la alta dirección o en rutinas en las que caemos sin darnos ni cuenta. Así pues, un buen objetivo para el 2018 es recuperar tiempo para hacer lo que realmente queremos y valoramos: estar con nuestra familia o con nuestros amigos, o disfrutar de series de televisión. Lo que queramos. Para conseguirlo, veamos qué podemos hacer, según nos propone Gustavo Piera en su libro El arte de gestionar el tiempo.
El primer paso consiste en frenar. ¿A qué única persona eres capaz de cambiar? La respuesta es a ti mismo o a ti misma. Por mucho que te gustaría que tu jefe o que tu pareja hicieran algo diferente, resulta un objetivo imposible. Podrás influir, aconsejar o, incluso, dar la tabarra, pero el cambio es una puerta que se abre solo desde dentro. Para recuperar tiempo, necesitamos detener la rutina habitual, preguntarnos qué queremos, adónde vamos, por qué actuamos de tal manera, qué nos hace felices, en qué somos buenos… Y las buenas respuestas surgen cuando despertamos del síndrome del hámster, de dar vueltas sin parar, pero sin llegar a ningún sitio.Por tanto, frenemos un poco y hagámonos preguntas incómodas.
El segundo paso es reflexionar sobre qué nos hace sentirnos bien. La autoconciencia es un automatismo que tenemos perfectamente diseñado. Vemos una foto en grupo o un vídeo e inmediatamente nos localizamos y nos juzgamos. Sin embargo, cuando se trata de cuidarnos, este automatismo muchas veces se diluye. Nos orientamos a los otros, a los objetivos en eltrabajo, pero nos olvidamos de dedicarnos tiempo de calidad a nosotros mismos. Y ahí nos equivocamos, porque si estamos bien, la gente de nuestro alrededor también estará bien. El equilibrio interior nos ayuda a mejorar nuestra calidad de vida y la de las personas que nos rodean, y a sacar lo mejor de nosotros mismos en cualquier ámbito donde estemos. Por ello, ¿qué tendrías que hacer para trabajar más tu equilibrio interior?
Y, como tercer paso, analicemos y decidamos. Para poder recuperar tiempo, necesitamos salirnos de ciertas creencias. Parece que el éxito se asocia con un gran puesto, una extraordinaria carrera profesional o mucha popularidad en redes sociales. Pero, detrás de todo ello, en muchas ocasiones se esconde otra realidad no tan amable. Existen renuncias que duelen con el tiempo o excesos de estrés o de una vida muy escorada hacia el trabajo, que dejan vacíos otros aspectos de la vida. Por eso, el análisis que necesitamos hacer es global: ¿hasta qué punto mi concepto de éxito me ayuda a tener equilibrio interior o me desestabiliza aún más? Una vez que lo hayamos analizado, podemos tomar decisiones y encontrar fuerzas para ello. Podremos establecer ciertos hábitos en nuestra vida personal o en el trabajo, como tener tiempo para nuestras aficiones o aprender a decir “no” a determinadas cosas los viernes por la tarde para asistir al entrenamiento de un hijo, como en el caso del directivo anterior.
En definitiva, solo cuando encontramos un argumento de fuerza somos capaces de producir un cambio importante en nuestra vida. Y, para ello, necesitamos aprender a frenar, a reflexionar, a analizar nuestra vida en su conjunto y a tomar las decisiones para que el equilibrio interior sea nuestro principal objetivo.