Hagamos una sencilla prueba: Tratemos de recordar junto a varios amigos, pareja o familiares un mismo hecho que vivimos con ellos. Una situación cotidiana, un viaje, una anécdota divertida que compartimos… Este sencillo ejercicio servirá para dos cosas: Por un lado, uniremos mucho más los lazos con nuestros seres queridos, ya que según Psychology Today, compartir recuerdos hace fortalecer las relaciones. Por otro, podremos constatar que todos coincidiremos en la gran mayoría de los detalles, pero que cada uno hará suya la experiencia de una manera diferente. Esto ocurre porque nuestra memoria es selectiva y guarda las partes que más le interesan. Dependiendo de la percepción de cada uno, tendemos a moldear las historias vividas para ajustarlas a nuestro bienestar. Es algo común, y no resulta preocupante salvo que distorsionemos la realidad a nuestro antojo, como algunas personas hacen de forma compulsiva para crear una realidad inventada o un pasado de ciencia ficción.
En esta mirada al retrovisor de nuestra vida también encontraremos otra sensación a la que llamamos nostalgia. En este caso no hace falta hacer un gran ejercicio mental para que aparezca, ya que un olor, una canción o una fotografía nos pueden trasladar a un tiempo pasado de manera inmediata. La palabra nostalgia que define esta sensación que todos conocemos fue utilizada, ya en el S.XVII, por el médico suizo Johannes Hofer como explicación a una característica que sufrían los soldados que batallaban, y que tenían recuerdos obsesivos, ataques de llanto, miedos, insomnio o taquicardias. Era por tanto, en este tiempo, la nostalgia una enfermedad. Con el paso de los años la nostalgia dejó de asociarse simplemente a una enfermedad para pasar a ser una patología psicológica, pero siempre pegada a conceptos como tristeza o depresión. De hecho, todavía hoy en 2015, la RAE define nostalgia como “la pena de verse ausente de la patria o de los deudos o amigos”, o en una segunda acepción, como la “tristeza melancólica originada por el recuerdo de una dicha perdida”. Es decir, aun hoy la pena o la tristeza están presentes en la definición de nostalgia, como una visión de un pasado que no vuelve y que nos crea en el presente una sensación de vacío por lo perdido.
Pero no debiera ser así. Hace relativamente pocos años, en 1979, la nostalgia se pasó al lado bueno gracias al sociólogo Fred Davis, quien realizó por primera vez una interpretación positiva de lo que es nostalgia, asociada a hechos positivos. Se trata de anhelos de personas, lugares, hechos, cosas del pasado o situaciones que nos hicieron felices. Así, volviendo al pasado, volviendo a donde fuimos dichosos, conseguimos tranquilizar el estado de ánimo, y es motivo de bienestar.
Para reforzar esta teoría, en 2006, investigadores de la universidad de Southamptom, realizaron, de la mano del psicólogo Tim Wildschut un experimento científico sobre los pensamientos nostálgicos, a través de pruebas con estudiantes, y sus experiencias.
Las conclusiones fueron que la nostalgia es un recuerdo autobiográfico, que en ese recuerdo predominan las relaciones interpersonales y que los recuerdos de índole negativa se transforman habitualmente en algo positivo. Así, la nostalgia fue calificada como una emoción positiva y que produce una agradable sensación. Además, a través de este estudio también se puede concluir que las personas que sienten nostalgia de personas, lugares o cosas, pueden despejar su estado de ánimo y sentirse mejor que antes.
Este efecto de fortalecimiento atenúa la sensación de soledad, fortalece la autoconfianza al pensar en tiempos pasados placenteros, ayuda a tratar la depresión y sirve para afrontar el presente y el futuro con más confianza. Es, en palabras del director del estudio, “el político interno perfecto, que conecta el pasado con el presente, y que apunta al futuro con optimismo”.
Tomemos entonces la nostalgia como lo que es, como un activo, como un potenciador de nuestro presente y futuro, y no caigamos en los dos grandes errores que nos condenan: El primero, quedarnos en ese pasado y no regresar. Es necesario realizar ese viaje a la nostalgia con billete de regreso, de lo contrario no seremos capaces de disfrutar el hoy con ese ancla en el tobillo. El segundo gran error asociado a la nostalgia es tenerla sobre aquello que nunca fuimos, aquello que no nos atrevimos a hacer o que no vivimos, porque como escribió el ‘flaco de Úbeda’, “no hay nostalgia peor que añorar lo que nunca jamás sucedió”.
En definitiva, dale la vuelta a la nostalgia y aprovéchate de ella. Revive, huele, añora, sonríe, extraña… pero siempre en positivo, porque aquello que recuerdas, aunque esté algo idealizado y amoldado a nuestro placer y bienestar, nos sirve para ser más felices y reconocer todo lo que fuimos un día, todo lo que disfrutamos una vez. Utiliza la nostalgia en beneficio de tu hoy, porque el pasado ya no es y el futuro no es todavía. Para ello, veamos cinco claves para utilizar la nostalgia como trampolín:
- Intenta no comparar el pasado con el presente. Utiliza los recuerdos como potenciador de lo que eres, pero sin anclarte en ellos. Ten en cuenta que la vida es evolucionar y las etapas se viven acordes a cada edad y momento vital.
- El 79% de las personas siente nostalgia al menos una vez a la semana, pero si quieres que tu cerebro acuda a esos lugares de forma más rápida, la música es el vehículo más rápido para ello. Todos tenemos canciones asociadas a momentos.
- Busca las vivencias positivas, no las negativas. Pensar durante 20 minutos al día en buenos momentos hace a las personas más felices, según un estudio de Psycology Today.
- La nostalgia puede servir para combatir la ansiedad, el aburrimiento y la soledad, además de hacernos más generosos y tolerantes con los demás, según varios estudios.
- Disfruta al máximo tus experiencias, planea momentos futuros para anticiparte y preparar tu nostalgia en positivo. Cuantos más momentos inolvidables tengamos en nuestro catálogo, mucho más agradable será mirar atrás.
Fuente imagen: pixshark