Volvemos de las vacaciones y el buzón de casa se llena de ofertas de gimnasios. Hemos ganado algún kilo de más por esas cervecitas veraniegas y nos llenamos de buenos propósitos para el siguiente año escolar. Nos apuntamos al gimnasio, comenzamos la nueva colección de muñecas o coches de los ochenta y así duramos… ¿cuánto? ¿Unas semanas? Motivo: La fuerza de voluntad no ha hecho su aparición estelar. Nos aburrimos y pasamos a otra cosa, mariposa.
La fuerza de voluntad es la capacidad para resistir al disfrute a corto plazo por un beneficio a largo plazo. En otras palabras, renuncio a ese bollo seductor y maravilloso por lucir dentro de unas semanas un tipito seductor y maravilloso. No vamos a utilizar la fuerza de voluntad al 100 por cien de las cosas, si no la vida sería muy aburridísima. Pero no cabe duda de que tener entrenado el músculo de la fuerza de voluntad nos ayuda y mucho. Te permite sacar mejores notas, tener una vida más saludable física y mentalmente y disponer de una economía mejor, como demostró Terrie Moffitt, de la universidad de Duke, después de realizar un seguimiento a 1.000 personas durante 32 años. Casi nada. Lo que ocurre es que la fuerza de voluntad como concepto no tiene un buen asesor de marketing y quizá haya sido porque en el pasado aparecía hasta en la sopa.
Platón en su famosa República dividía a las clases sociales conforme la fuerza de voluntad: Los líderes sabían controlar sus propios instintos y emociones, mientras que el resto se entregaban a ellos. Los padres de la iglesia cristiana también se encargaron de colocarla en un altar. Sin ir más lejos, el origen del pecado fue sucumbir a la pasión y no haber tenido una mayor fuerza de voluntad nuestros tatatata…abuelos con la manzana famosa. Pero esto no queda solo en la religión. Kant, Hume y tantos otros exaltaban sus ventajas. Sin embargo, a partir de mediados del siglo XX la fuerza de la voluntad ha quedado como algo pasado de moda. Y es curioso, porque según un estudio de la Asociación Americana de Psicología, el 27 por ciento de las personas consideran que su principal freno para lograr lo que quieren es su falta de voluntad. Así pues, si queremos lanzarnos al estrellato de nuestra vida, vale la pena que le pongamos foco. A lo largo de varios artículos iremos viendo cómo, pero avanzo un resumen con algunas claves:
- Baumeister, de la Universidad de Florida, ha demostrado cómo la fuerza de voluntad se puede entrenar. Es más, si eres capaz de controlar tu irrefrenable impulso a comer dulces, te puede ser más fácil dejar de fumar. Por ello, escoge algo que te cueste un poquito para ir cogiendo músculo y afrontar mayores desafíos.
- Evita la tentación a priori. Si quieres dejar de comer algo, no lo compres y lo dejes en el armario por si acaso viniera un amigo… No, porque seguramente el primero que caerás serás tú. Controla los pasos previos, que son más fáciles.
- Ayúdate. Si quieres ir al gimnasio y te cuesta, alíate con compañeros del trabajo o amigos para ir juntos. Somos mamíferos, gregarios… al menos, eso tiene de positivo.
- Date algún descanso. El mismo Baumeister descubrió que si estamos todo el tiempo haciendo esfuerzos para controlar algo, después sucumbimos con más facilidad a unas galletas recién horneadas. Es decir, si comienzas una dieta, un día a la semana, pero solo un día a la semana, date un homenaje. El cuerpo y la mente sufre menos. Y eso ayuda.
- Monta tus propias estrategias de respuesta automática. Si por ejemplo sales por la noche, conduces y te ofrecen una copa, ten pensada tu propia respuesta: No, gracias… prefiero un Red Bull o lo que sea. Cuando las cosas cuestan es bueno no dedicarnos a pensar qué vamos a hacer, porque seguramente sucumbiremos.
En definitiva, la fuerza de voluntad suena a algo pasado de moda, a esfuerzo y a algo aburrido, sin embargo, es un músculo, que si se entrena, podemos hacer uso de él para sentirnos bien con nosotros mismos. Y este podría ser un buen objetivo para el otoño.