España está todavía en el furgón de cola en innovación. En 2006 se solicitaron cerca de 5.000 patentes frente a las 33.000 de Francia y 200.000 de Estados Unidos, según El País. Indudablemente, el número de patentes es sólo uno de los medidores de la innovación, pero de lo que no hay duda es del camino que todavía queda por recorrer. La innovación no se alcanza por arte de magia. Las grandes empresas lo saben. Nokia dedica una tercera parte de sus empleados a la innovación e invierte casi el 10 por ciento de sus ventas a I+D. Google les pide a sus trabajadores que todos ellos dediquen un 10 por ciento de su tiempo a innovar en su puesto de trabajo. Sin embargo, en los países latinos, a pesar de su reconocida creatividad, no se innova. Los motivos son muchos y complejos: Miedo a arriesgar, falta de cultura social, educación demasiado tradicional… pero también hay que buscarlos en la gestión interna de las empresas. El talento innovador no siempre gusta, es incómodo, porque cuestiona lo establecido. Y los métodos tradicionales basados en el miedo se dan de bruces con lo más preciado de un profesional: Dar lo mejor de sí mismo.
La innovación es muy compleja, lo sabemos. Pero posiblemente el primer paso para desarrollarla sea creando un caldo de cultivo adecuado. De esa manera, gana la empresa y la persona, sin sentir que su talento se ahoga en las inseguridades de los jefes o los compañeros.
Los concursos de ideas en las empresas pueden ser interesantes, pero siempre que sean un complemento a una gestión que impulse la innovación y aliente a las personas talentosas, en el día a día. Lo malo es que, en muchas ocasiones, son meros tranquiliza conciencias, o pura imagen, una forma de suplir una ausencia de interés por las personas y su proyección, y se realizan como un trámite más, sin pena ni gloria y sin trascendencia, salvo para la persona que se lleva un premio, que se sentirá estimulada unos días, hasta que vuelva a encontrarse con la realidad.
Es más fácil ser innovador cuando el ambiente lo propicia, pero también creo que la innovación ha de partir de uno mismo, incluso en condiciones poco favorables (exceptuando las enfermizas o excesivamente contaminadas. De ahí tienes que huir). Se necesita energía, confianza en uno mismo y conciencia social, que creo sólo se tiene cuando has llegado a un desarrollo superior de ti mismo, tal y como afirma Antonio Blay, en su extraordinario libro Energía personal:
”El nivel mental superior, que permite ver las cosas no ya desde el punto de vista personal, sino con una mirada impersonal y universal” (…) “Toda persona que haya de trabajar en equipo debe tener necesariamente actualizado este nivel”. (…) “Quien ha desarrollado su nivel mental superior no deja de utilizar simultáneamente en sus momentos el nivel concreto, ya que lo necesita para su progreso personal”.
«El talento innovador no siempre gusta, es incómodo, porque cuestiona lo establecido. Y los métodos tradicionales basados en el miedo se dan de bruces con lo más preciado de un profesional: Dar lo mejor de sí mismo.»
Cuanta razón tienes y cuántos «jefes tóxicos» tenemos todavía que aguantar. Yo ya estoy cansado; ahora sólo trabajo por dinero; la ilusión la dejo para otros y para mis asuntillos personales y no remunerados; es la única forma de aguantar.
La innovación surge como respuesta a lo que nos interrogamos, cuestionamos, surge de la crisis.
Pero para pasar por esa crisis es necesario disponer de la energía, de la motivación personal, esto no es algo exógeno en el que el entorno pueda proporcionar en un momento dado, sino que es algo endógeno que llevamos dentro y que tenemos desde nuestro nacimiento.
Es precisamente este entorno, la educación, la familia, la escuela, la empresa, la sociedad, en definitiva, la cultura la que va limitando nuestras capacidades innovadoras, van desmotivando este carácter innato. Por eso, los concursos de ideas por doquier, o cualquier apoyo en este sentido, tienen como fin, no el motivar la innovación sino, contrarrestar en cierta medida, los condicionantes que han desmotivado su desarrollo.
La innovación surge de la crisis, sí señor, Juan Carlos.
Y Picasso dijo, además, esto:
«Cada acto de creación es un acto de destrucción».
Creo, pues tengo motivos para creer, que la gestión empresarial hoy, está en manos de la generación PREU y los innovadores, del COU y del beibi bum, están frenados. No somos hoy muy distintos de otros países, pero nuestros gestores, si.
Creo y puedo estar equivocado, que faltan 10 años para que España, deje de ser un país de segunda fila, para ser una de primera.
Y para eso, debemos de encontrar las sinergias con Portugal. Solos, nos costará mas, 15 años.
¡Salud!
El gatito es mu tierno, recuérdame alguien. Aunque esté casi ahogado de arena, o serrín, se le puede cambiar el contenido.
Se te echa de menos, a ver si escribes.
1 Beso
Hola a todos:
Después de unos días alejada del ordenador regreso al blog y me ha encantado leer todos vuestros comentarios y reflexiones. No puedo estar más de acuerdo de para innovar hace falta energía y crisis o destrucción, como nos recuerda Concha. De todas formas, por aportar algo más, creo que el problema de la innovación arranca del propio sistema educativo y cultural. Hemos avanzado mucho, no cabe duda, pero todavía no está bien visto en el colegio ser diferente, por ejemplo, no se prima la creatividad y el ser uno mismo. Creo que todos los esfuerzos para trabajar en la mejora de la educación son necesarios, porque cuando el profesional llega a la empresa llega una mochila cargada de muchas cosas del pasado.
Un abrazo
Totalmente de acuerdo, Pilar. Se nos enseña, pero no se nos enseña que podemos soñar.