El talento sin una oportunidad es como un maravilloso Ferrari siempre aparcado. Este símil se comprueba en la experiencia de Paul Potts. Potts, un hombre tímido y con problemas de autoestima, como reconoce, trabajaba como vendedor de móviles hasta que un día decidió ir a un concurso de la televisión británica en el que se buscaban talentos. Cuando llega al escenario, Potts dice: «Vengo a cantar ópera». Los miembros del jurado se miran entre sí completamente escépticos. Él empieza a cantar Nessun Dorma, una de las especialidades del desaparecido Pavarotti y deja atónitos a los miembros del jurado y al público. En YouTube está su interpretación. Vale la pena verla: http://www.youtube.com/watch?v=Ya1xLdnrI0c
En la actualidad, Potts cuenta con un fortísimo reconocimiento en su país. A pesar de tener una voz extraordinaria y de haber mandado grabaciones desde hacía años a distintos estudios, nadie se había fijado él. Hubo que esperar a un concurso televisivo para ser descubierto. Igual le sucedió a Joanne Rowling, la multimillonaria escritora de Harry Potter. Su primer manuscrito fue rechazado por un sinfín de editoriales. O a los mismos The Beatles o a los fundadores de Cisco Systems o a tantos otros que tuvieron que recorren muchos estudios, editoriales o bancos para vender su idea o su potencial.
La pregunta que invita a formularse es cuántos talentos existen en las organizaciones o en nuestro entorno sin una oportunidad. Como bien explica Alex Rovira, la suerte se ha de buscar, pero también hay un componente de posibilidad que viene de fuera. En una de las primeras encuestas realizadas sobre la Guerra por el Talento en Estados Unidos y en empresas de un gran tamaño, se supo que menos de un tercio de las compañías tenían identificadas a las personas con potencial. Evidentemente, existe mucho más talento del que se pone en juego. Y el motivo es la falta de herramientas de identificación y el empleo de métodos más basados en el miedo o en estilos coercitivos, donde no hay cabida para la creatividad.