Gabriel García Márquez nos cuenta en su «Manual para ser niño» la anécdota de Antonio Sarasate quien a los cuatro años dio con su violín de juguete una nota que su padre, gran virtuoso, no lograba dar con el suyo. En una entrevista posterior y ante la pregunta de Fabricio Caivano -fundador de Cuadernos de Pedagogía– sobre la educación de los niños, este le contestó: «Lo único importante es encontrar el juguete que llevan dentro». Cada niño tiene uno distinto y todo consiste en descubrir cuál es su juguete personal. García Márquez hablaba desde su propia experiencia. Era un mal estudiante hasta que un profesor le ayudó a encontrar el suyo: las palabras, con las que mas tarde crearía sensaciones inolvidables para sus lectores.
Y esta anécdota me recuerda la teoría del estado de flujo propuesta por Mihaly Csikszentmihalyi (lo sé, impronunciable para un latino), director del «Quality of Life Research Center» de la Claremont Graduate University en California, quien tras investigar a 208 estudiantes especialmente capacitados para el arte, las matemáticas, el deporte, la música y la ciencia, concluyó que el talento no es principalmente una cuestión de coeficiente intelectual, ni de nivel de renta familiar ni de calidad del centro educativo, sino de otra serie de requisitos:
Motivación. La motivación al principio se genera externamente, en la mayoría de los casos a través del reconocimiento de los padres. Después, se disfruta con la mera actividad. Este último requisito es, en opinión del profesor Csikszentmihalyi, «la principal razón por la que las personas con talento hacen lo que hacen: porque disfrutan haciéndolo». Y esto es perfectamente trasladable al mundo laboral. Richard Branson, creador del emporio Virgin, afirma que su principal lema empresarial es «¡Venga, vamos a divertirnos!».
Herramientas de conocimiento. La biografía de Thomas Edison relata cómo devoraba todos los libros de física de la librería dónde trabajaba. Y fueron esas lecturas las que le facilitaron la formación necesaria y suficiente (puesto que no tenía estudios universitarios) para patentar, entre otros inventos, las bombillas con filamento de tungsteno que dieron lugar a la era de la electrificación doméstica. Si la motivación impulsa a realizar la actividad, la búsqueda del conocimiento permite perfeccionarla.
Generación de nuevos hábitos. Por último, el talento se materializa en acciones. Basándose en el conocimiento adquirido, que ofrece información sobre las mejoras en la actividad y la motivación para llevarlas a cabo, se van generando nuevos hábitos en el comportamiento. Como bien dice Larry Bird, uno de los mejores jugadores de la historia de la NBA: «Es curioso, cuanto más entrenamos, más suerte tenemos».
Así pues, para identificar el talento, la primera pregunta que deberíamos hacer (¡y hacernos!) sería: «Y tu juguete, ¿cual es?».
(Publicado conjuntamente en el Blog de Expansion.com)
Acabo de leer dos libros relacionados con este tema, «El arte de aprender», del que me permito sugerir una reseña http://www.abilene.es/el-arte-de-aprender-de-josh-waitzkin/ que recoje perfectamente lo que tan bien señalas en tu post, Pilar, y «Salta tu sombra» de Manel Reyes y Manuel Tallada, este último previniendo contra esos procesos educativos que son el fruto de lo que los padres querrían haber sido y tratan de compensar en sus hijos
Pero lo i mportante es que sea el sistema educativo de un pais el que potencie el desarrollo colectivo del talento para que estos genios no sean excepciones
Muy acertada la pregunta. El talento necesita de los requisitos que mencionas. La cuestión es que a lo largo de tu vida o en buena parte de ella no tengas la motivación y las herramientas necesarias para generar nuevos hábitos que te lleven a descubrir el juguete que llevas dentro.
Gracias por una buena reflexión para encarar la mañana.
Un saludo.
Entonces podríamos decir que mucho de nuestro talento se forjó durante nuestra niñez a través de nuestros padres, se reforzó con el conocimiento encontrado en los libros y se perfeccionó con la práctica diaria o recurrente… En base a lo anterior, sigo pensando que mi juguete son también las palabras y el el uso que puedo darle a ellas.
Slds
SM
Yo estoy completamente de acuerdo de que al talento deben ir unidos otros factores como expones en tu post Pilar. Está claro que sin acción, motivación e intención por parte de la persona de desarrollarlo no se podrá llegar al aprovechamiento del mismo. Por lo que no sólo se trataría de detectarlo y motivarlo, sino voluntad por parte de quien lo posee de desarrollarlo y aprovecharlo. De ahí muchas frustraciones de profesores y padres en ciertas ocasiones.
Un fuerte abrazo
Lo siento Pilar, je,je,je…se me coló el anónimo en mi anterior comentario.
Besazos
Excelente nota. Mi juguete es definitivamente la palabra. Muchas gracias Pilar.
Yo de pequeño devoraba comics de Spiderman. Un gran poder conlleva una gran responsabilidad. Hace 2 años me picó una araña radioactiva llena de PNL y Coaching. El resto es historia, la que escribo cada día al levantarme.
Hola a todos:
abiline muchas gracias por las referencias. Muy interesantes.
E. Pampliega, gracias por tus palabras-
S.M, me temo que la infancia tiene mucho más impacto del que nos creemos. Y sí, para mí también mi juguete son las palabras.
Esther, efectivamente la voluntad define en gran medida lo que luego llegamos a ser.
Paz Espiritual, gracias por tu comentario.
Quique, me encanta esa frase de Spiderman… (yo también devoraba los comics de Marvel).
Un abrazo